Un estudio internacional dirigido por el catedrático Nicolás Olea, de la Universidad de Granada, ha vuelto a alarmar este mes en la revista Environmental Research con el reiterado riesgo cancerÃgeno de esos tiques de compra térmicos en los que al cabo de algunos dÃas se acaba borrando la tinta. La razón es su contenido en bisfenol A (BPA), vilipendiado por considerarse interruptor endocrino. En su trabajo, han analizado la presencia tanto de BPA como de BPS en 112 recibos de Brasil, España y Francia. El BPA serÃa ese polvo blanco que desprende la factura cuando se saca de la cartera. Los autores recomiendan no mezclar los tiques con la comida, ni conservarlos y piden que el cambio del BPA, previsto para 2020, no se haga con el BPS. Olea es un aguerrido quimiofóbico conocido por sus declaraciones algo desmedidas. El último informe de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), de 2015, aclaró que, a los niveles actuales de exposición, el bisfenol A -utilizado en la fabricación de plásticos- “no presenta riesgos para la salud de los consumidores, incluyendo a los bebésâ€.
Como alecciona Yanko Iruin, profesor de la Universidad del PaÃs Vasco y autor del magnÃfico El blog del búho, haciendo referencia al bisfenol A que contaminarÃa las botellas de plástico de agua, “la EFSA establece como dieta segura de bisfenol A la de 4 microgramos por kilo de peso y dÃa, lo que quiere decir que una persona de 70 kilos de peso tendrÃa que beber cada dÃa, a lo largo de toda su vida, casi 170 litros del agua contenida en esa botella de policarbonato para llegar al lÃmite establecido por la EFSAâ€. Algo similar se puede aplicar a las facturas térmicas, con la diferencia de que no se suelen comer y su absorción por la piel no es frecuente. Lo peor de estas facturas no es su peligro cancerÃgeno, sino que si no te das prisa te quedarÃas sin devolución en la tienda o sin poder justificar un gasto de empresa.
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